Intentó negarse a que fuera él quien le robara el sueño, pero así era. Y no precisamente de la manera que le hubiera gustado.
Prefería que las noches en vela hubieran sido por una divertida charla entre manos; por escuchar la leña crujir en la chimenea; por conocerse aún más; por alargar la intimidad hasta el punto de perderse el uno con el otro…
Pero no, no era por nada de eso. Sino por la maldita incertidumbre, por la manía de no hablar, de callar, de pasar de ella…