Simplemente llegaste cuando más relajada estaba, cuando no pensaba en nadie, ni en nada, cuando las expectativas no estaban. Porque simplemente había guardado en un cajón todo lo que pudiera sentir o dar a nadie.
Y ahora espero que llegue cada nuevo día para hablarte, imaginarte, soñarte y conocerte, porque ahora todo parece distinto, aunque no lo planeara y ni siquiera lo buscara…
Y hoy que he tenido uno de esos mal catalogados como «mierda de día» me he dado cuenta que siempre antepongo lo que quieren, piden o necesitan los demás a mis propios intereses o deseos.
Y me siento estúpida. Porque nadie te da las gracias, nadie valora el esfuerzo que supone para ti hacer las cosas, nadie entiende si haces un favor o no, si te ves obligada a actuar, si tu tiempo está siendo valorado o no…
Hay días, como el de hoy, que creo que tengo merecido lo que me pasa, por estúpida. Por anteponer a la gente a mí.
Porque da la casualidad de que nadie me antepone a mí, ni como amiga, ni como profesional, ni como pareja, ni como conocida, ni como compañera…
Y por mucho que intento decirme a mí misma que debo ser mi prioridad, al final nunca cumplo. Siempre soy la que escucha, la que actúa, la que está, la que escucha, la que no pierde la paciencia, la que ayuda…Por mucho que me repita que debo mirar por mí, sé que no lo haré, porque parece que tengo sentimiento de culpabilidad. Por nada…
Aquella extraña era la más bonita casualidad con la que encontrarse los lunes.
Sí, los lunes, porque ambos acudían a aquella reunión, se miraban, se contemplaban, ella contoneaba su pelo mientras lo miraba, y se marchaban sin mediar palabra.
Un día y otro. Él se quedaba paralizado ante aquella mujer, tan preciosa y tan misteriosa a la vez, tan linda y con una bella sonrisa como carta de presentación…