No te marches otra vez, ahora que parece que vuelves…
Porque no soportaría de nuevo tu ausencia, sin motivo alguno, por tanto tiempo…
Así que no te vuelvas a ir, te lo pido…

No te marches otra vez, ahora que parece que vuelves…
Porque no soportaría de nuevo tu ausencia, sin motivo alguno, por tanto tiempo…
Así que no te vuelvas a ir, te lo pido…
Si es que estamos hechos de la misma piel, y eso se nota…
Por eso, tú eres para mí; y yo soy para ti...
Soy la horma de tu zapato, y tú eso que llaman mi media naranja…
Y para qué te voy a decir más, si ya sabes todo lo que significas…
Di lo que piensas. Di lo que sientes…
Ven y agárrame fuerte. Abrázame y hazme sentir, sentir algo…
Haz que parezca que el tiempo no ha pasado, como si se hubiera parado…
Ven y dilo, no pierdas (perdamos) el tiempo…
En otoño, me encanta ir descalza.
Y sentir el frío del suelo bajo mis pies.
Y correr por el salón, llegar al sofá y dejar que frotes mis pies, hasta darles calor.
Pero solo por notar el tacto de tu piel en la mía, me descalzaría siempre, toda la vida…
Necesité tantas veces preguntarte para aclararme. Y nunca fui capaz.
Porque me cansé de estar y fue tu alivio que desapareciera sin más.
Y en muchas ocasiones me vi tentada a dejar rienda suelta a mi rabia y decirte todo lo que sentía. Pero si no había funcionado antes, ¿por qué entonces?
Y fueron muchos los días que me sentí desdichada, tonta, idiota, y que me dormí dándole vueltas a todo, a por qué había confiado en ti, por qué me dejé llevar, por qué me metí ahí, si sabía que saldría perdiendo .
Y aún hoy en día, a pesar de todas las evidencias, me sigo haciendo tantas preguntas que no tienen respuesta. Y que si la tuvieran solo harían ahondar en la herida…
A pesar de jurarme a mí misma una y otra vez que no me dejaría embaucar con bonitas palabras y atenciones tan fácilmente, lo hice. Caí en tu trampa y en tu juego, y aún siendo evidente que no era nada para ti, me dejé llevar, como una adolescente necesitada de cariño. Prácticamente como lo que era. Y aunque me aconsejaron que saliera de ahí, no lo hice, no fui capaz, intentando justificar cada movimiento que hacías, como si en realidad yo te importara. Pobre ilusa.
Y esta tonta ilusa aún a día de hoy quiere encontrar respuestas a demasiadas preguntas…
¿Acaso yo estoy en tu mente?
¿Me recuerdas, sabes que existo? ¿Quieres que esté a tu lado?
Una y otra vez estuvo a punto de preguntarte, pero finalmente no pude. Me sentí ridícula y algo tonta al pensarlo.
Y es que, creía que no…
Solo necesito un abrazo. De alguien que me achuche y me dé la fuerza que no tengo.
Esa fuerza que quiero aparentar y no tengo. Porque no se puede ser fuerte todos los días, a todas horas. Porque no se es valiente siempre. Ni cuando uno quiere.
Y hay días en que, sin vernir a cuento, quiero y necesito un abrazo. Sin mediar palabra. Que me asalte alguien y me haga fuerte. O haga que se me salten las lágrimas. Que me vacíe, que me regenere.