Se escondió tras sus gafas de sol justo cuando pasó por delante del bar en el que sabría que se lo encontraría.
Porque guarecerse tras aquellos oscuros cristales le daban ventaja y podía mirar hacia la puerta de aquel establecimiento sin pudor, sin tener que guarecerse ni guardar la timidez en un cajón.

Y es que, observar a aquel chico era lo que le daba vida. Se levantaba pensando en aquella premisa, poder verlo de camino al trabajo y aunque precisamente por delante del bar tardaba unos minutos más, merecía la pena dedicar aquel tiempo a recorrer esos metros.
Al pasar por delante de aquel establecimiento su corazón, día tras día, le daba un vuelco. Porque sabía que, a la hora en la que tenía por costumbre pasar, el estaría apostado en la puerta, esperando ver ese meneo simpático de cintura que le caracterizaba.
Él tampoco escondía su deseo de poder encontrarse con ella, pero nunca, ninguno de esos días, se propició el intercambio de una sola palabra…Y eso era lo que les corroía por dentro a cada uno de ellos, que siguieron buscando en ese momento su coqueteo con el otro…