Me he aferrado a tu olor, porque no sé cuándo volverás, cuándo volveré a verte. Si es que llegas a volver…
Por eso me he obstinado mucho en que tu olor, que se ha quedado impregnado en cada rincón de la estancia que hemos compartido, siga conmigo. Y por qué no, en mi piel.
No hizo falta mirarte mucho ni detenerme en ti demasiado tiempo como aprenderme algunos de tus detalles.
He de reconocer, y lo hago en estas líneas, que algunos me encantan. Quizás otros, no. Pero forman parte de ti, y no los puedo desligar de ti, así que van conmigo igualmente.
Pero me quedo con la buena sensación que me causaron aquellos con los que gozo, los que me divierten, me gustan, y me encanta recordar cuando no estás conmigo…
Quiero seguir viendo esos ojos verdes, perderme en ellos y que me engullan. Quiero que tu tímida mirada se ancle en mí y no tenga sentido que te vayas. Quiero verte.
Quiero que esa sensación de reconocerme en esas pupilas y en esos ojos curiosos no se termine nunca. Y tener la confirmación, todos los días, de que me miran solo a mí.
Quiero que me busques eternamente con esos luceros, porque entonces tengo claro que nunca me perderé, por complicado que sea el camino. No sé que ha sido de mí todos estos años sin ti, sin esos ojos, sin esos faros preciosos y esos ojos bonitos.
Siento cierta envidia de ti, que no solo tienes lo que deseo, sino que además despiertas las miradas de los desconocidos, los que me gustaría que se fijaran en mí. Por capricho, por placer…
Y es que a nadie amarga un dulce. Me gustaría sentirme reflejada en la mirada de cualquier extraño, y que alguien me esperara ansioso al llegar a casa. Por desear que no quede…
Envidia (Internet)
Veo que eres todo lo contrario a mí. Tú gustas y yo soy insignificante, por no decir invisible, y me siento ridícula, porque por muchos esfuerzos que haga, dudo que en algún momento esté a la altura.
No te culpo, pero me da rabia ser tan poco a tu lado, no tener nada con qué sorprender.
Qué bonito cada encuentro contigo. Qué bonito que después de tantos años siguiéramos siendo como al principio, como dos adolescentes que se daban todo lo que tenían.
Qué bonito que nada irrumpiera en nuestra felicidad. Y que pudiéramos ser siempre nosotros el uno con el otro, sin importar nada.
Qué bonito que no tuviéramos que desconfiar el uno del otro, como hemos visto en tantas parejas…Qué bonito que todo siga como el primer día, con la capacidad de sorprendernos intacta.
Qué bonito todo aquello y más que nos guardábamos para nosotros dos…
Aquella ciudad me pareció tan grande y tan pequeña por momentos…
Porque te busqué mucho, con la mirada y con mis sentidos, y nunca te encontré.
Anhelaba coincidir contigo por la calle, pero parece que aquel lugar en el que vivíamos era demasiado grande para esa mera coincidencia.
Y sabía que, cuando no quisiera mirarte a los ojos, y que tú no buscaras los míos, entonces aquel lugar sería tan pequeño que estaríamos condenados a encontrarnos…
Tenía la certeza de que no volverías. Y no lo hiciste.
Como cada día, te mandé un mensaje para desearte un buen día y que tu mensaje de vuelta alegrara mi mañana. Y aunque esperé más allá de la hora en que me tenías acostumbrada, no llegó.
Y entonces supe que lo que temía desde hacía días se hacía realidad.
No volverías. Encontraste otros brazos en los que acurrucarte, otros ojos que mirar de frente y otra boca que besar…Y no volviste.
No respondiste a aquel mensaje, y lo supe (Internet)
Toqué tu cara con sigilo, para poder imprimir aquel gesto, aquel tacto, en mi memoria, y no olvidarlo jamás.
Lo hice casi sin pensar, aunque cuando dirigía mi mano hacia tu cara pensé que quizás no era sensato hacerlo. Porque las circunstancias no eran precisamente las idóneas.
Pero no te moviste, dejaste que mi mano, en un gesto que me pareció que ocurría a cámara lenta, llegara a tu cara, e incluso alcanzaste mis dedos con tu mano, para hacerme sentir especial, para hacerme sentir que nada podía salir mal.