Esa mañana sintió una mirada frente a su cuerpo, de esas que recorrían su ser de arriba a abajo, de esas que examinan hasta el último milímetro de piel. Pero no era de esas miradas que te hacen sentir, que te hacen arquearte. Todo lo contrario. Sintió que no era la de él y simplemente no le gustó.
Quería que la única mirada que se clavara en su piel morena fuera la suya. Que ningún otro si quisiera sintiera ganas de hacerlo, de posar sus ojos en ella…
