La oscuridad se volvió cómplice y precursora de poner las cosas difíciles.
Cómplice porque ir tanteando cada parte de tu cuerpo solo con las manos, sin tener presente la vista, fue un placer para otros sentidos.
Tocar tu cara, dibujando tus expresiones, tus ojos, tu boca, tus orejas…Tocar tu pelo, frotar mis manos por él, algo que causa tanta relajación…
Buscarte en la oscuridad, palparte, tantearte…
Y también puso las cosas difíciles, porque no pude verte, ni apreciar tus gestos, sin saber si te gustó aquel encuentro o solo fue uno más…
Pero aún así, quise entender a la oscuridad más como nuestra cómplice que como una barrera. Jugar, guiarnos, experimentar…
