No quiso saber. No quiso darse cuenta de lo que ocurría. Mejor así.
Antes había pecado de ingenua, y eso le había llevado a situaciones poco deseadas. Porque había pensado que pasaba lo que solo existía en su cabeza.
Sí, claro, no era solo cosa de su mente, pero al final era mejor pensar eso que darle vueltas a por qué esa persona en la que había confiado simplemente había jugado a mostrar interés cuando no lo había.
Por tanto, ahora no pensaba caer de nuevo en eso. Tomó distancia, se dejó llevar lo justo y necesario, y pensó demasiado, para no caer de nuevo en errores del pasado. Porque su ingenuidad y su confianza la llevaron a personas que no merecían la pena…
