No quiso alejarse. O no podía. No estaba seguro.
Pero aquella chica, sus ojos, su embriagadora mirada y su sensual boca le llamaban a quedarse.
Por eso decidió dejarse llevar, una noche, y dos y las que hiciera falta, porque cada vez que hablaba con ella solo sentía la vibrante necesidad de volver a verla, volver a quedar con ella.
Olvidándose de todo y de todos. Era el poder que tenía sobre él. Que no había nadie más alrededor…
