Me quedé dormida en tu regazo, mientras tocabas mi pelo.
Así conseguiste que me olvidara de aquel mal día, y me insististe en la imperiosa necesidad de reír cada día para espantar los malos ratos…
Por eso, cuando desperté, abrumada y algo confundida, porque no sabía siquiera dónde estaba, me salió una sonrisa de la boca, casi sin querer y sin saber por qué.
Cuando te vi a mi lado se disiparon las dudas, y supe que tu regazo era mi protección, y tu pecho constituía mi guarida ante los malos días…Por eso volví a dormirme a tu lado, esperando a que amaneciera…