Fue una noche especial e inolvidable.
Porque tocarnos fue el objetivo primero, sentir nuestros cuerpos bajo nuestras manos.
Porque sentirnos fue un placer. Y recorrernos, con los labios húmedos erizando la piel, fue un momento especial.
Porque lo que imaginamos no tuvo comparación con lo vivido.
Y repetir fue lo único en lo que pensamos, hasta quedar extenuados.
Porque bebernos fue lo máximo, y alentarnos el uno al otro, bajito, con apenas susurros, fue lo que hicimos.
Porque querernos fue fácil.
