Hay encuentros que sanan. Encuentros que reparan.
Encuentros que llegan porque alguien levanta el teléfono y te interpela, así, de repente, si te apetece un café. Y sí, claro que apetece.
Puede hacer meses que no nos veamos, o que no hablemos, pero de repente un día nos ponemos al día, ante un café. Y ese encuentro repara.
Porque hay alguien que te escucha, que te conoce demasiado bien. Y que sabe darte un consejo, dos o tres…
