Vio a aquel chico por casualidad. Mientras iba por la zona alta de la ciudad vio a ese chico caminando, solo, por una de las calles del barrio.
Y los siguientes días se pasó buscándolo, como si fuera a estar esperándola entre la gente, en la calle. Quiso darse una vuelta por el barrio, que no conocía en exceso, por si encontraba a aquel muchacho que la dejó prendada aquel día.
No se reconocía, porque nunca había buscado a un extraño como si de alguien conocido se tratase. No sabía dónde vivía, si quiera si aquella era su zona o solo estaba de paso como ella cuando lo vio, y aquel barrio era demasiado grande.
Quiso describírselo a quien conocía por allí, preguntar si lo habían visto, si les sonaba, si estaba en lo cierto o solo había sido una alucinación. Pero en cambio pensó que era mala idea hablar de un extraño a su amiga, porque podía pensar que estaba loca. Ella ya lo pensaba de sí misma solo con la idea de pensar en un extraño, que le robaba el sueño y en el que pensaba día y noche.
Por eso prefirió callarse, pero en cambio no fue capaz de quitar de sus pensamientos aquel cuerpo atlético y alto que se había encontrado hacía ya días caminando tranquilamente. No olvidó aquel pelo corto pero de corte presumido y moreno. Aquellos músculos que, sin ser excesivos, sobresalían de su camiseta, y aquel color aceituna de su piel.
Pero ¿cómo encontrarlo?