Su mirada prendió su deseo y quiso ahondar en ella aún más. Porque hacia tiempo que no veía una mirada tan transparente, divertida y sincera.
Por eso no tuvo recelo ni sintió vergüenza por permanecer ahí, mirándolo, mientras se divertía interpretando aquello que le transmitía.
Pero hubo una décima de segundo en que le dio por pensar que su mirada en realidad no la estaba viendo a ella, sino a otra persona que no estaba presente pero sí cercana a su ser. Por eso comprendió que era mejor no ilusionarse con esos ojos claros que tanto le habían transmitido.