Cogió su mano casi sin quererlo, sin pensarlo.
Y ahí se sintió feliz, arropada, con tan solo el roce de su piel…
Lo mejor fue comprobar que él no buscó una excusa para retirar su mano, y en cambio, hizo un gesto que reafirmó que había acertado, y es que apretó aún más su pequeña mano, demostrando que él también estaba a gusto…

Y ahí se quedaron, sin mirarse, pero con las manos entrelazadas. Ella posó su rostro en su hombro, y él colocó su cabeza encima de la de ella, y ahí se quedaron un rato…
Apartados del mundo, de quienes les rodeaban y en un momento de quietud…