Era imposible perdonarme a mí misma. Por eso me reconcilié contigo. Porque ya había perdido cualquier confianza en que mis pensamientos fueran o no verdaderos. No era capaz, ya, de dirimir si aquello que creía de ti era o no verdad.

Por eso preferí creerte, confiar en que aquello que decías era verdad. Aunque las dudas fueran enormes, intenté luchar con ese fantasma que me perseguía. Porque no sabía si habían sido los anteriores a ti los que habían provocado mi desconfianza o eras tú.
Por eso quise dar una oportunidad a aquello, a lo nuestro, a ti, a mí…