Te deseé desde el primer día que hablé contigo. No lo pude evitar.
Conseguiste que me derritiera con tu sonrisa, con tus improvisaciones y tus cosas…
Era un don tan natural que ni cuenta te dabas…
Y poco a poco, sin que hiciera falta que entendiéramos aquellos cafés como una cita, fuimos intimando.
Hasta que desearte fue una de las sensaciones que despertabas en mí, pero no la única.