Literalmente me refugié en sus brazos y cada noche, durante un tiempo que se me antojó infinito, huí de tu recuerdo.
Porque tu cobardía, tu pereza para demostrarme nada y tu pasotismo, me hicieron buscar un lugar donde esconderme.
Mi refugio (Internet)
Un lugar en el que la charla era tranquila y se normalizaron las anécdotas y el contarnos todo el uno al otro. No eran gritos como contigo. Nadie me recordaba mis constantes torpezas. Fue un tiempo en el que sentía que alguien me cuidaba, me acariciaba el pelo y me colmaba de atenciones. Y no miraba para otro lado, como tú, cuando te pedía que me dijeras si estaba guapa o no, si aquel iba a ser mi día o no…
Era el momento del día que deseaba que llegara. Aunque supiera que estaba mal y que me estaba escondiendo por eso mismo.
Él era el lugar de mi refugio, donde me sentía yo misma y no una mala copia de lo que fui, relajada y no en tensión por si algo te molestaba, alegre y con una sonrisa y no contrariada y buscando siempre la sospecha en cada uno de tus gestos…
Pero finalmente te diste cuenta de que algo estaba cambiando y volviste a ser aquel del que me enamoré. Pero yo no quise que volvieras. Porque aquel que era mi refugio aquellos días me había dado tanto en unos días, que me sentí especial, como nunca contigo.
Premeditar cuándo esa persona que esperas aparecerá por la puerta no es sensato. No lo calcules. Cuando llegue el momento lo hará. Y sabrás que es. No hará falta preguntarte o preguntárselo.
Si te causa algo de miedo o sensación de vértigo seguir indagando en su interior por miedo a lo que puedas descubrir, es que es quien estabas esperando. Porque no sabes qué vas a encontrar.
No lo calcules (Internet)
Cuando llegue no pierdas la oportunidad de decirle que se puede, que comparta contigo sus sueños, sus miserias, sus alegrías y dolores. Y los tuyos.
Disfruta del momento, porque esa persona habrá llegado. Y nunca reniegues de que pueda ser, aunque parezca complicado. Y si duda o dudas, más claro puedes tener que es…
Le encontré en la puerta de mi casa, allí parado, y creo que notó que la cara se me descompuso.
Sí, porque le dije claramente que no quería volver a verle. Y creo que el mensaje no podía ser más claro. Pero no lo entendió. O no quiso.
Y ahí estaba. Me quedé parada en la esquina, pero por la cabeza simplemente me pasó una idea, seguir adelante, sin pararme, abrir la puerta y cerrarla, sin más. Como en las películas. Y así lo intenté.
Frente a ella, allí parado (Internet)
Pero me asió del brazo, diciendo que tenía que hablar conmigo. Pero había tenido muchas oportunidades tiempo atrás de hacerlo, si no lo había hecho era problema suyo, no mío. Así que tiré fuerte de mi propio brazo y le dejé ahí, mirando, en la calle.
El aturdimiento le duró un rato. Mientras le contemplé por la ventana del salón no paró de negar con la cabeza. No sé qué se le estaría pasando por la mente, pero lo que pasaba por la mía estaba claro, no permitiría que volviera a entrar en mi vida, la pusiera bocaabajo y pretendiera que yo, como siempre, la pusiera en orden para que él me arrebatara la tranquilidad.