Escribiendo, una vez más, me di cuenta de que mi redacción se había quedado aparcada, porque me había dedicado a poner tu nombre en el papel.
Garabateé tu nombre una y mil veces en aquel papel, sin razón, sin motivo, sin por qué.
Pero lejos de asombrarme, me pillé a mi misma sonriendo como una tonta mirando aquel papel.
Y pensé en enviarte un mensaje para contarte esa tontada, como hacía otras tantas veces…Y es que, al final hasta te hacía sonreír con esos despistes míos y mis salidas de tono…
