Me gusta lo que oigo de tu boca.
No me pones por las nubes, no, ni falta que me hace, pero tampoco contribuyes a que me hunda, todo lo contrario, me ofreces tu hombro para llorar y tu brazo para auparme si me caigo.
Siempre hay una palabra exacta, siempre eres capaz de leer mi estado de ánimo y buscas la manera de que no decaiga o me suba el ánimo como las burbujas de un buen champán.
Siempre utilizas tu mesura para definirme, para decirme todo lo que piensas de mí, y eso me gusta…
