Llámalo flechazo, llámalo como quieras.
Pero aquellas primeras palabras se clavaron en mi cabeza, y no me permitieron pensar en nada ni nadie más. Porque me dijiste, con sinceridad, lo que pensabas, y no lo que creías que quería escuchar. Porque me dijiste justo lo que pasaba por tu mente.
Y cuando había tanta gente susurrándome lo que creían que quería oír y no la verdad, tú fuiste mi salvación, quien me guió hasta ti, sin remedio. Por eso pedí que volvieras a aparecer, y ante el riesgo de no verte más, no dudé en pedirte el teléfono, de forma osada. Y te doy las gracias, desde entonces, por haber accedido a la petición de este loco descerebrado que hoy sigue estando orgulloso de estar a tu lado.
Porque crees que eres tú la que tiene que estar agradecida por estar conmigo, y no, te equivocas. Soy yo el que da gracias porque aparecieras, te mostraras tal cual, y te quedaras.
Y ojalá te quedes siempre, conmigo, a mi lado. Sigue dándome la mano, porque es algo que me reconforta como no te imaginas. Los días malos lo son menos si tu mano me agarra. Las caídas se amortiguan por el tirón de tu mano. Los días buenos lo son más porque aplaudes conmigo. Y así todo, de tu mano…

bonito!!!
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¡¡Muchas gracias!!
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