
Con cuidado le tocó la espalda, para llamar su atención.
Y su mirada no le defraudó. Al verla ante él, se le iluminó la cara.
No pudo no devolverle la sonrisa, aunque igualar esa preciosa mueca era difícil…
Se acercó a él y le susurró un ¡hola! tan emotivo que no se lo pensó y le rodeó con sus brazos masculinos y formados, a pesar de que no estaban solos…