Los días de lluvia no me gustan. Pero contigo los disfruto, porque la lluvia pegando en el cristal o las tormentas no me amenazan…

Los días de lluvia no me gustan. Pero contigo los disfruto, porque la lluvia pegando en el cristal o las tormentas no me amenazan…
Nunca ha sabido conquistar a un hombre. No sabe proponerse ir a por el chico que le gusta. Y mucho menos, conseguir lo que se propone…
No sabe si será torpeza o que apunta demasiado alto. La cosa es que no puede más que insinuar, demostrar, y de forma velada, decir lo que siente, por si es suficiente…
Regaría tu piel de besos y caricias. E intentaría llegar donde nadie haya llegado…
Un beso rápido, pasajero y algo alocado…
Un beso que, inevitablemente, llevó a otro beso y otro…
Porque me pasaría horas enganchada a tu boca, sin dejarte marchar…
Porque, sin querer, me dejé seducir por tu forma de besar…
No puedo decir que disfrute de tus ausencias, pero qué alegría me da cuando reapareces…
Porque en el fondo sé que no te has ido, que siempre estás conmigo, aunque te cueste admitirlo…
Que disfrutas de mí, como yo de ti, aunque tengas un modo muy particular de demostrarlo. Un modo que no encaja conmigo…
Recorre mi espalda con tu dedo, como ayer, pero sorprendiéndome…
Haz que te desee como la primera vez y haz que este encuentro no se parezca a ninguno anterior…
Cada noche esperaba el momento en el que ella solía escribir su relato, confiando en que, algún día le hiciera un guiño, le lanzara una señal…
El pudor que siento por mostrarte lo que hay bajo la fachada que ves es superior a mí…
Una fachada de calmado control, de aparente manejo de la situación, y que solo es pura apariencia…
Porque temo que esto que siento no te convenza, no sea lo que buscas…
Si me miras, me derrito con una sola mirada…
Si me tocas, harás que se me erice la piel…
Si me haces tuya, me doy por vencida y me entrego…
Estoy segura de que cuando me toques se erizará mi piel, y mi bajo vientre responderá al roce de tus dedos…
Y entonces las ganas se multiplicarán y será difícil parar…